Por: Aníbal Díaz González
El otro día, me puse a bromear con un amigo que tiene un local en un bazar en Dallas (saludos a la gente del Bargain City). Le dije a mi camarada: "A partir de hoy mismo, asumo mi identidad mexicana a todo lo que dá. Me voy a ir a comprar un sombrero pa que me lo firmen Los Horóscopos de Durango y voy a ponerme una camisa roja con un alacrán pintado en la espalda. Voy a ponerme botas verdes, mi cinto 'pitiao' y voy a comprar una trocota a la que voy a mandarle poner 'González' en el vidrio de atrás (mi primer apellido es Díaz, pero González está más largo y se oye más chido). Después, voy a rayar llanta en los vecindarios, de ahí me voy a pasar al estacionamiento de un supermercado o bueno, aquí mismo en el bazar y voy a tirar las botellas de cheve para que se quiebren. ¡Ah!, y cuando traiga a mi vieja y ella acabe de cambiar al niño le voy a decir que tire el pañal en donde sea, de preferencia también en un estacionamiento, 'dialcabo' es biodegradable".
Mi amigo rió, y me contestó:"No es por ser mala onda ni nada con la raza, pero, ¿No crees que cuando te vas a otro país te deberías de vestir como la gente de ese país?".
Yo la neta le dije que no (estimado lector, lo mencionado acerca del sombrero, el cinto, la camisa, la trocota y las botas es broma, no se me encabrite, ya sabe, así nos llevamos entre la raza). Cada quién es libre de vestirse como más cómodo se sienta, no hay ningún problema y nunca lo debe de haber. Lo que de plano no es broma y no acabo de comprender, es por qué los mexicanos (todos, me incluyo hasta mí mismo para que no haya bronca) a veces somos tan desconsiderados con los demás, con nuestro entorno. Y perdón si no me refiero a los latinos en general o a otros grupos étnicos que habitan el metroplex, pero como dijo Gloria Cervantes, una señora mexicana que es la coordinadora principal de "No manches", una campaña para concientizar a la comunidad latina de Dallas acerca del problema de la basura: YO me preocupo por MÍ gente. De acuerdo a pláticas que he sostenido con gente de Fort Worth, Irving, Arlington, Carrollton, Dallas y puntos adyacentes, habemos mucha gente que ya está harta de que a los mexicanos se nos tenga mala fé y mala fama. No queremos que se nos vea con malas caras, creemos que todo mundo está en contra nuestra y que nadie nos quiere, dizque porque somos conchudos, maleducados y... sucios. Pero, ¿qué es lo que hacemos para remediarlo?. La verdad yo no he visto que mucho. Hace algún tiempo realicé una encuesta en las afueras de un supermercado de Fort Worth, preguntándole a la gente (todos mexicanos o descendientes de mexicanos) que qué era lo que pensaban acerca de la limpieza de nuestros barrios, y hubo más de uno que me contestó que la mayoría de las veces no están tan bonitos no porque no pase el camión de la basura, sino porque nosotros no los cuidamos. Los encuestados estuvieron de acuerdo en que tenemos que ponernos las pilas, en que la belleza de nuestras calles y el exterior de nuestros hogares depende de nosotros y nadie más.
Por otro lado, nunca voy a estar en contra de echarnos una cheve de vez en cuando. Pero, ¿por qué tirar las botellas en dónde sea?. Esto, además de representar una falta de educación e higiene altamente insultante, puede provocar accidentes. A veces no pasa de que a un pobre cristiano se le ponche una llanta, pero, ¿qué tal si el auto venía a alta velocidad y la llanta ponchada termina en choque?. ¿Y si uno de sus hijos anda jugando afuera y en un momento de distracción corre cerca de vidrios rotos y cae sobre ellos?... no lo quiero ni pensar, Diosito nos libre.
Y los pañales... benditos pañales. Una vez me tocó ver a una señora al que el canijo bote de basura le quedaba como a cinco pasos de su automóvil. ¿Qué hizo ella? estirar la manota por la ventanilla de su auto y dejar caer 'el tesorito' como si nada.
Los mexicanos solíamos tener fama de gente sencilla, trabajadora, luchona y sincera. "Trato a lo mexicano", proclama el letrero de un negocio de autos en Oak Cliff. Aún hay muchas personas así, pero por los actos descritos anteriormente y por culpa de individuos en extremo desconsiderados, nuestra reputación y prestigio están cayendo por los suelos. Cada acto y cada individuo cuentan, no crea que porque usted hace o deja de hacer lo correcto no ejercerá influencia en el comportamiento de los demás y en el medio en el que vive.
Seamos empáticos, es decir, pongámonos en los zapatos del otro. A nosotros no nos gustaría ir saliendo de la casa y que una de las llantas de nuestro carro pasara por encima de un pañal presionando y esparciendo su oloroso, café y cremoso contenido ¿o sí? (perdón por ser tan explícito, pero a ver si así se nos quita la costumbre).
El daño ya está hecho. De cualquier manera, no importando la fama que tengamos ante los demás, al final esto se trata de tener la conciencia tranquila. Seamos un poquito egoístas en el sentido de que podamos tener la satisfacción personal de que cada uno de nosotros estamos contentos porque sabemos que somos limpios y que estamos poniendo de nuestra parte para marcar la diferencia.
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