Por: Aníbal Díaz González
Hace como cinco o seis años que no acudía a dar el Grito de Independencia debido a que desgraciadamente antes de esos cinco o seis años tuve muy malas experiencias al unirme a este tipo de celebración: una muchacha (ni parientes somos, me salió de la nada) me desgració un oído haciéndose la chistosita al usar una tradicional corneta para pitarme con todas sus fuerzas cerca de la oreja, la concurrencia de obscenas cantidades que acude a la Macroplaza de Monterrey (ahí viví durante los Gritos más recientes) ocasiona muchos problemas, el tráfico es un infierno, siempre se arman los accidentes y los golpes... y un largo, pesimista y aburrido etcétera. De cualquier manera, este año quise darme la oportunidad de reconciliarme cívicamente con mi patria que tanto amo, así que decidí acudir a dar el Grito en Dallas no sólo por cuestiones de trabajo sino también por gusto. Además, había otras dos razones por las cuales me animé a asistir al consulado: éste fue el primer grito que se celebró en éste lugar y fue precisamente el 15 de septiembre cuando cumplí mi primer aniversario de estadía en el país de las hamburguesas y Marilyn Monroe.
Me dió muchísimo gusto el ver a las familias reunidas en tan bonito evento. Yo no ví alcohol, y si lo hubo, no influyó de manera negativa en el comportamiento de los paisas. Nadie se peleó, no hubo choques, el espectáculo fue tradicional y familiar con música ranchera y casi se me salen las lágrimas al rendirle honores a la bandera mexicana mientras escuchaba las notas marciales interpretadas por una banda de guerra de una secundaria traída desde Tamaulipas. Hubo también hasta personas provienientes de otros países que se unieron como los hermanos que somos a nuestra celebración: gente de Venezuela, Perú y otros lugares de Latinoamérica se la pasaron tan bien como nosotros los Aztecas. Por ahí de las 10:15 p.m. el Cónsul García de Alba tomó su posición y el evento llegó a su clímax. Todos dimos el grito, cantamos la letra original de González Bocanegra al compás de las notas traídas al mundo por Jaime Nunó y nos retiramos poco después emocionados y satisfechos.
¡PERO! (¿ah, verdad?... no esperaba un ¡PERO!), desgraciadamente no le puedo dar un 10 y su estrellita en la frente a esta noche. No sé qué tan bien les haya ido a otros miembros de la prensa, pero en lo que a mí concierne, a los organizadores les faltó ser más... este... organizados.
Además de su seguro servidor, acudimos a trabajar a la velada otros dos representantes de ésta, su publicación consentida: el reportero Yoshi Kambayashi y Eunice Cázares, quién fungió como asistente editorial para ése día. Al llegar me sorprendió la multitud tan grande congregada en las afueras del Consulado, así que inmediatamente me ví tentado a tomar una fotografía desde el segundo piso del mismo. Yoshi fue a ver a quién podía entrevistar, mientras que mi amiga y yo fuimos a un costado del edificio para intentar ingresar. Al llegar a la puerta nos topamos con tres ¿vigilantes? que observaban quién entraba y salía por éste acceso.
Aníbal.- "Buenas noches, ¿me permites subir a tomar una foto?".
Vigilante - "¿Qué?".
Aníbal (Enseñándole mi gaffete de prensa, enviado a nuestras oficinas por el mismo Consulado) -"Que si me permites subir a tomar una foto".
Vigilante - "Esteeee... ve con Silvana (la encargada de prensa del Consulado). Está enfrente."
Aníbal - "Pero hay mucha gente, no quisiera molestar. Es más fácil pasar por aquí, ¿no?"
Vigilante - "Esteeee... mejor vé por el otro lado."
Con un "OK" resignado, Cázares y yo nos zambutimos en la multitud hasta llegar a la puerta principal del edificio. No encontramos a Silvana y nos acomodamos dónde pudimos, parados, para proceder después a tomarle una foto a un mariachi desde las escaleras. "No pueden estar aquí, tomen la foto y bájense", nos dijo amablemente una señora."OK", pensé. "Debe ser por cuestiones de seguridad". Bajamos las escalinatas y nuevamente mi compañera y yo nos adaptamos al poco espacio disponible detrás del escenario. Minutos después volteo y otro fotógrafo (la verdad no sé de qué medio ni de dónde salió), se daba vuelo tomando fotos desde las escaleras mientras platicaba animosamente con la mujer que nos solicitó que descendiéramos. No problemo...
Momentos después me encontré al Dr. Jacobo Kupersztoch, el hombre siempre amable y de sonrisa eterna que hasta la fecha ha ayudado a muchos paisanos con la ventanilla de salud que tiene a su cargo en el consulado. "¿Cree que me vayan a dar chanza de tomarle una foto al Cónsul al momento del grito?" le inquirí a Kupersztoch. "Sí... lo que pasa es que tienes que aprender a sonreír y a ser paciente", me contestó bromeando. El Dr. Jacobo se retiró, y minutos después se nos acercó otra chava: "Necesito que se muevan de aquí". Estuvimos esperando una sonrisa o las palabras "por favor" y "gracias", pero nunca llegaron... no hay cuete.
Entre las filas de las sillitas ubicadas junto a la tarima alcancé a divisar a Gloria Cervantes, directora de la campaña "No manches" y quién colabora constantemente con éste semanario. Eunice y yo nos encaminamos a su lado y parecía que por fin podíamos estar en un lugar fijo en lo que llegaba la hora del grito. Seguimos parados.
Pasaron 15 o 20 minutos. Entró la Banda de Guerra y poco después de iniciado su acto, mi oído víctima hace años de una corneta era víctima en ésta ocasión de la voz de Héctor Flores, Presidente Nacional de LULAC. "¡¡¡MI SEÑORA NO PUEDE VER!!!", me gritó lo más cerca que pudo y con una cortesía digna de un sargento veterano malpagado que odia su trabajo. Acto seguido y sin quitarle la mirada de encima puse mi sonrisota 'Colgate' como el Dr. Jacobo me aconsejara y poco a poco me fui quedando en cuclillas (o de aguilita, pa' estar más ad hoc con la fiesta). La mera verdad no me molestó que me haya gritado, ya que no había otra manera de comunicarse con los demás esa noche. Lo que cala es que realizó su petición hablándome como se le habla a una persona a la que ya le pediste algo repetidamente y no te obedece, o cómo se le habla a una persona que está haciendo algo con malas intenciones, lo cuál no fue el caso (Sra. Flores, si usted está leyendo ésto, le pido las más sinceras de las disculpas por haberle tapado el panorama, no fue mi intención hacerlo y espero de todo corazón que haya disfrutado el grito tanto como nosotros).
Total, poco después salió la escolta, saludamos a la bandera, el flamante y emocionado Cónsul García de Alba nos dirigió en el Grito y yo tomé las fotos como pude. Los cientos de presentes comenzaron poco a poco a retirarse del edificio de la dependencia mexicana también con sus sonrisotas (que, a diferencia de la mía, eran de alegría y no de cortesía), y el camino a casa les resultó tranquilo, con los guardianes del orden al pendiente del tráfico.
Lo satisfactorio y bueno del asunto es que la comunidad, tal vez incluído usted que me lee, se relajó y se la pasó a todo dar, éso es lo importante. En cuanto a lo mío, no problemo... son gajes del oficio.
sábado, 2 de diciembre de 2006
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
4 comentarios:
Me da gusto que te encuentres bien, también me agrada que estés realizando tus sueños y que seas un hombre pleno.
Tengo la seguridad de que cada proyecto que te fijes lo culminarás exitosamente.
Me parece "excelente" que le des un buen lugar a mi Marilyn Monroe, jaja.
Que Dios te bendiga.=)
Muchas gracias por tus comentarios.
Por cierto... ¿QUIEN ANGELES ERES? identifícate por favor.
Gracias nuevamente =)
Soy "cara rasposa"... bueno, ahora más rasposa.=)
Espero que hayas pasado un cumpleaños bonito.
Bueno... aunque ya estés más viejillo, jajaja.
Que cumplas muuuchos años más...
Te mando muchas bendiciones.
Publicar un comentario